Compartimos con ustedes las palabras de Monseñor López, Obispo Vicario Apostólico emérito de San Miguel de Sucumbíos, en el día que puso fin a su ayuno por la Paz en la comunidad que sirvió por 40 años...
16 de Junio de 2011
A los hermanos Obispos del Ecuador y del mundo.
A los herman@s en la fe y ciudadan@s de Sucumbíos y de todo El Ecuador.
A todas las personas de buena voluntad.
PAZ EN EL SEÑOR:
Con
fecha 24 de mayo pasado me comuniqué con ustedes para hacerles
conocer mi propósito de iniciar en ese mismo día un ayuno personal
durante tiempo no determinado buscando la reconciliación entre todos
los herman@s de la provincia e iglesia de Sucumbíos, tan cruelmente
partida desde finales del pasado año, y para que se curen las heridas
abiertas y regrese la paz a aquella tierra, muy querida para mí.
Y
hoy, en esta tarde del día 16 de junio, me alegra anunciarles que
doy por concluido este tiempo de 24 días de ayuno y de bendición con la
misma esperanza con que lo empecé, pues ya aparecen indicios y
señales confiables y claros en Sucumbíos, de que van a enderezarse las
cosas por el camino justo, abriendo de nuevo caminos de esperanza y
concordia hacia esa paz ciudadana y eclesial, que venturosamente nos
regaló el Señor en el nororiente durante las últimas décadas.
Por
ello, muy de corazón doy gracias al Padre de toda bendición, así
como a nuestra amada Mamita del Cisne, patrona tan querida de todos los
sucumbienses. Y no puedo dejar de lado en esta hora de
agradecimientos, a tantas personas particulares e instituciones de
muchas partes del mundo, tanto de la Iglesia como del Estado y de
otros ámbitos institucionales, que de mil modos expresaron su cariño y
adhesión, no sólo conmigo sino también con la Iglesia y pueblo de
Sucumbíos. Después de todo, fue únicamente un anhelo profundo de
hermandad humana y cristiana, la que me movió a darle a Jesús y a mi
pueblo esta muestra extrema de amor, ofreciéndole así todo lo que
puedo darle desde mi pobre humanidad.
También
nosotros los de Sucumbíos (como Jesús y los suyos), fuimos sacudidos
por huracanes y tormentas inacabables, y alguna vez nos atrevimos a
reclamarle a Jesús muy asustados, igual que lo hicieron aquellos discípulos atemorizados: ¿No te importa que naufraguemos? Y Él nos replicará: ¿Por qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe? (Mc 4, 35 - 41)
Y aunque así haya podido sucedernos en ocasiones en medio de tanta
turbulencias amenazantes, doy gracias al Padre y a su Hijo y Maestro
nuestro JESÚS, sobre todo por ustedes, mis hermanos y hermanas pequeños
de Sucumbíos, por ese ejemplo formidable de serenidad , fidelidad y
fuerza, que le han dado a todas las Iglesias y al mundo, mostrando en su
sencillez que otra Iglesia es posible y otro mundo es posible. Gracias
sean dadas a Dios por todos ustedes, por mis hermanos y hermanas en el
Carmelo, mis amigas y amigos, pero, atención: que la vía del retorno
apenas ha comenzado.
Fr. Gonzalo López Marañón, Carmelita Descalzo
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